(1933-2010)
Seguir DADO (Miodrag Đurić)
Dado, cuyo verdadero nombre era Miodrag Đurić, nació en 1933 en Cetinje, Montenegro. Creció en un país marcado por la guerra, las tensiones políticas y una fuerte cultura rural. Estos elementos alimentarían durante toda su vida un imaginario a la vez arcaico, orgánico y atormentado.
En 1952, dejó su país natal para instalarse en París gracias a una beca de estudios. Ingresó en la École des Beaux-Arts, pero pronto decidió seguir su propio camino, al margen del academicismo. Desde sus inicios, su pintura se distinguió por una fuerza visionaria y una densidad alucinada.
Fue descubierto por Jean Dubuffet y, sobre todo, por Daniel Cordier, su principal marchante, quien organizó su primera exposición individual en París en 1958. Desde entonces, expuso con regularidad en Francia, Alemania y Estados Unidos.
Dado desarrolló un universo muy personal, poblado de criaturas híbridas, cadáveres en descomposición y mutantes a la vez monstruosos y conmovedores. Su pintura, exuberante y minuciosa, mezcla el horror, la ironía y una ternura extraña. Evoca a El Bosco, Goya, e incluso a los surrealistas, sin pertenecer nunca formalmente a ellos.
Aunque algunos críticos lo vinculan con la Nueva Figuración, Dado sigue siendo un artista inclasificable, ferozmente independiente, ajeno a las modas y a las escuelas.
Se instaló en el pueblo de Hérouval, en Normandía, donde vivió y trabajó toda su vida en una antigua rectoría convertida en taller-laboratorio. Allí pintó, grabó, dibujó, esculpió y creó máquinas e instalaciones, ampliando sin cesar su universo prolífico.
Su obra incluye miles de dibujos, lienzos de gran formato, tintas, grabados y ensamblajes. Su técnica era virtuosa, casi obsesiva, sustentada por un agudo sentido del detalle y una imaginación sin límites.
Entre sus exposiciones más destacadas se encuentran el Musée d’Art Moderne de la Ville de Paris (1964), la Galerie Maeght, el MoMA de Nueva York (adquisición en 1966) y el Museo del Hermitage en San Petersburgo.
Dado también ilustró libros, entre ellos Los Cantos de Maldoror de Lautréamont. La violencia expresiva de su trazo encontró una prolongación natural en la edición ilustrada.
Hasta el final, Dado exploró los márgenes del cuerpo, la memoria, el sufrimiento y lo grotesco. Murió en 2010 en Pontoise, dejando una obra inmensa, singular y aún demasiado desconocida — barroca, orgánica y espiritual.
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