Frédéric MENGUY

Biografía

Frédéric Menguy nació en París en 1927, cursó estudios secundarios en Sarcelles y luego comerciales en Goussainville (Val d'Oise). Desde muy joven se apasiona por el dibujo y la pintura, y asiste a clases nocturnas en los talleres de París (Place des Vosges, luego Boulevard du Montparnasse) mientras trabaja como contable en una compañía de seguros (1943-1949), y luego sólo a tiempo parcial como agente de bolsa (1950-1951). Más acorde con su vocación, ingresó en la École normale d'enseignement du dessin en 1951 y, tras obtener el certificat d'aptitude au professorat de l'enseignement du dessin d'art, pasó a enseñar dibujo en 1953.

En 1956, Frédéric Menguy abandona la enseñanza para dedicarse por completo a la pintura, siguiendo los pasos de Bernard Buffet y André Minaux, en la tradición expresionista de Francis Gruber, cuyos cuadros oscuros y miserabilistas reflejan aún el pesimismo de la posguerra. 1957 fue el año de sus primeras exposiciones3, y una personal en el Théâtre du Tertre con el escritor y grabador Georges Charaire, entonces en los salones parisinos. En 1958 se casa con Nicole Allardin.

Las investigaciones que siguieron en la obra de Frédéric Menguy le acercaron inicialmente al paisajismo abstracto y evocaron a Nicolas de Stael.  Su obra litográfica comenzó en 1964, antes de que su descubrimiento del macizo de Corbières en 1966 le llevara a instalarse en Villeneuve-la-Rivière al año siguiente, donde se orientó definitivamente hacia la figuración colorista que caracterizaría su obra, en particular sus paisajes de cipreses y sus evocaciones oníricas de la feminidad y del mundo del circo, con sus payasos y cabalgatas de caballos.

Al rendir homenaje a Frédéric Menguy, fallecido en marzo de 2007 pocos días después de que su esposa sufriera una dolorosa enfermedad, Patrice de La Perrière analiza que, "a pesar del carácter festivo de sus temas y asuntos, nos damos cuenta de que, más allá de la imagen ofrecida, los cuadros de Menguy esconden, tras una alegría ostentosa, cierta nostalgia de nuestra alma infantil. Y aunque su poder de evocación poética le permite trasladar sus pensamientos y emociones a un mundo de cuento de hadas, ello no le impide hacer gala de la profundidad y la extrema sensibilidad que son, en cierto modo, sus armas".